El cementerio más hermoso de Chile
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El poeta y marinero Christian Formoso había nacido en el año de gracia de 1571 cerca del fuerte Tucapel, en las provincias de Chile, fruto de unos amores prohibidos entre un fraile dominico y la hija natural de un escribano en bancarrota de Santiago de Nueva Extremadura. El apellido se había generado por un malentendido. Cuando Inés de Arenas, su madre, lo llevó a presencia de su padre natural, el fraile dominico Joaquín de Quezada, para que éste al menos lo bautizara pues no podía darle su apellido de sacerdote respetuoso de los interdictos y decretos canónicos, más aún de su fuero eclesiástico, ella insinuó que le dieran el de Fermoso, porque como toda madre, y sobre todo madre primeriza y en extremo joven, ya que a la sazón sólo contaba con dieciséis años, encontraba a su vástago el más hermoso que podía existir entre los hijos, naturales o no, que poblaban estas tierras y así quería consignarlo. El nombre de Cristián lo había preferido a todos los otros piadosamente cristianos tales como José, Juan, Lucas, Mateo, Paulo o Pedro, porque deseaba que su hijo se transformara con los años en un fiel servidor del Cristo, nuestro Señor, por obra y gracia no sólo de un destino ansiado por su madre y acorde a los santos oficios del padre sino que por la propia determinación de su nombre tan cercano al redentor. Pero el fraile, con el nerviosismo característico de los pecadores a punto de ser descubiertos por las máximas autoridades eclesiásticas y además por sus fieles a los que regularmente estaba atemorizando con las penas del averno, turbóse en la bendición de nombre y apellido cuando dijo con voz temblorosa: In nomini Patrís Figli et Spirítu Sanctus ego baptizote Formoso Cristián, corrigiendo apresuradamente, luego de una carraspera incómoda y aguda: Christian Formoso, quedando el vástago con un nombre provocado por la equivocación, como la mayoría de los infantes nacidos en medio del secreto y de la premura, y al que el escribano de turno le realzó la h de la rectificación, como si con eso quedara aún más entrelazado al Christus Rex de las latinas escrituras. - CRISTIÁN VILA RIQUELME, Fragmento de El Bergantín del Irredento.
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