Cómo hablamos cuando hablamos
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“Es que no llegáis, no llegáis”, me dijo en Valencia la señora Luchi cuando le pregunté cómo hablábamos los chilenos el castellano. El castellano de Chile es no-aseverativo. Edward Hall, desde la antropología, menciona nuestra tendencia a la evitación: “En la cultura latinoamericana operan diversas fuerzas. La primera consiste en la evitación, a cualquier precio, de las confrontaciones cara a cara, o de la desavenencia con todo el que se esté colaborando o con el que tengamos alguna relación” (Hall, 1978). Por su parte, Jorge Larraín advierte una relación entre atenuación y simulación: “Me interesa particularmente el hecho de que la atenuación ayuda a enmascarar sentimientos, creencias, modos de ser o disposiciones a incumplir las normas. Algunos de los rasgos de larga duración de la identidad chilena que he explorado se relacionan con la simulación. La hipótesis que aquí planteo es que la atenuación de nuestro castellano facilita esa simulación” (Larraín, 2013). Los hablantes son conscientes de que el nuestro es un castellano con máscaras. Una estudiante de 16 años nos dice: “Yo creo que usamos un castellano indirecto. En la relación con las personas es como un castellano con máscara, muchas veces. O sea, yo a veces utilizo mi idioma depende si es con usted, con mis amigos o con otra gente y… entonces me pongo una máscara para hablar con las otras personas” (Santiago, 2002).
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